martes, 27 de marzo de 2012

¿Es zombi el café?

El café es una institución que nace en los albores de segunda ola. Desde Centroeuropa se extiende el meme de un local en el que se sirve café a un precio caro, pero, a cambio, permite estar horas, leer los periódicos y beber un vaso de agua gratis con cada consumición. En seguida el café se convirtió en un nodo que sustituyó, en el caso de España, a los mentideros. En las tertulias de los cafés se construían relatos comunes basados en la inteligencia colectiva, se creaba comunidad y se vertebraba el discurso político compartido de las naciones europeas que alboreaban. Ya no quedan cafés. Quedan, eso sí, lugares donde beber café, o Coca-Cola, sentados en locales turísticos por sus conexiones con la cultura escolar (nacionalista).
El Café Gijón en Madrid es uno de ellos. En estos días, los dueños protestan porque han perdido la terraza, la parte el negocio rentable, dicen, a pesar de los casi cuatro (4) euros que cobran por un café. Esgrimen la historia del local para tener un trato de favor en el estilo de que «el estado proteja mi negocio»: «¿Cómo se va a cerrar el Gijón, un símbolo de Madrid en el que tantos escritores y artistas varios han pasado o retratado?». No se me podría ocurrir un ejemplo mejor de la ideología zombi: júzgame por mi posición y no por lo que hago.
El servicio de Gijón, en mi experiencia, es malo y antipático (de los que te regañan, ya me entienden); la pastelería, industrial; las mejores mesas están siempre reservadas a otros clientes de posición, pero que van a pagar lo mismo... Todavía algunos se preguntan por qué triunfan las aburridas franquicias de Starbucks. Se muere el Gijón como se muere la sociedad en la que nació.

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