viernes, 4 de enero de 2013

¿Renovamos o inventamos la universidad?



Cuando llegó la segunda ola, en la Ilustración, se decidió antes que renovar los centros educativos existentes (las universidades y los colegios mayores de la Edad Media) crear unos nuevos:  Reales Estudios de San Isidro (para la clase media urbana), los Seminarios de Nobles (para renovar la nobleza), las Sociedades de Amigos del País (para renovar la burguesía comercial), entre otras nuevas instituciones, como las reales academias o las juntas de comercio. Todas buscaban extender el pensamiento ilustrado entre la población. Tuvieron más o menos éxito, pero sus frutos fueron indiscutibles (aunque visibles casi un siglo después). 
Reales Estudios de San Isidro, Madrid, de los jesuitas en el XVI al control del Rey en el XVIII. Ahora es un  IES.
¿Qué pasó en la universidad mientras tanto? Nada. O casi nada. La ciencia llegaba y se expandía gracias a las mencionadas instituciones: en esa época España alcanzó unas cotas en el conocimiento científico (al nivel del Reino Unido, justo detrás de Francia) que nunca más conseguiría. Lamentablemente, llegó Napoleón y, en consecuencia, el felón de Fernando VII: la centralización y el dirigismo propios de la Ilustración se convirtieron en las herramientas de control perfectas para que la Escolástica reconquistara terreno con la excusa de que la ciencia y lo moderno era extranjero (básicamente, propio del «invasor francés»). Las academias y demás instituciones perdieron presencia, apoyo estatal (fondos) y pasaron a tener un férreo control del estado. Ganó la universidad, que languidecía mientras que se iban cerrando muchas sedes: ya estaba muerta, aunque aún vivía. 
Hasta finales del XIX la universidad no adquiere el aspecto actual (un proceso que comenzó imitando la universidad napoleónica), siguiendo el modelo alemán para insertar la ciencia en el currículo y la formación por profesiones «necesarias para la nación». Además se eliminó todo rastro del plan de estudios de las artes liberales de la universidad medieval (que los anglosajones conservan en los colegios, colleges, que en España pasan a ser simples residencias universitarias para los vástagos de familias acomodadas).
Evidentemente, si cuento todo esto es por las lecciones que tiene para el momento actual: una institución universitaria moribunda mientras que ignora o da la espalda a formas de conocimiento «no estatales», heterodoxas por tanto, una sociedad que llega mientras otra se derrumba. ¿Qué lecciones podemos extraer?
Entre otras: 
  • Quizá sea más útil liberar el conocimiento mediante la creación de nuevas instituciones ¿cuáles son?, ¿están visibles o larvándose?. 
  • El conocimiento necesita dinero y tiempo, pero también independencia del estado. 
  • La necesidad de trabajar en todos los frentes y capas sociales, aunque los frutos se vean dentro de generaciones.
  • La fuerza de la universidad como herramienta del estado para imponerse como única fuente del conocimiento: «el peligro» de que las instituciones alternativas sean absorbidas por la universidad para acabar neutralizadas.
Llegados aquí, ¿fundamos nuevas instituciones, como pasó en la Ilustración, con el esfuerzo que conlleva, o hackeamos la universidad existente?

1 comentario:

  1. El problema no son las instituciones existentes, sino la manera de plantear la enseñanza y la difusión de conocimientos. ¡Hackeemos la universidad!

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