jueves, 23 de febrero de 2012

La industria zombi del cine

La necesidad de ficción es connatural a la especie humana: nos inventamos historias y las oímos con placer aunque sepamos que son mentira, no nos importa porque nos traen la maravilla. Otros piensan que nos consuelan porque nos explica y ordena un mundo azaroso.
En cualquier caso, cada ola histórica ha tenido su forma de consumir ficción: primero, alrededor de una hoguera; luego, oyendo las canciones que contaban la vida de guerreros; después, representaciones sobre vida de santos o hechos bíblicos en las iglesias; más tarde, obras en patios de vecinos para el beneficio de obras pías. Con la era industrial, llega el cine (en muchos aspectos una evolución de la ópera) para entretener a las multitudes que albergaban las ciudades y que imitaba a la cadena de montaje: todos a una hora, en el mismo espacio para consumir el mismo producto enlatado una y otra vez. En ese modelo, el intermediario captaba la plusvalía; era la época de la industria del cine.
Ahora, que vivimos en la era informacional, los zombis quieren mantener el modelo de negocio, aunque la sociedad entera tenga que adaptarse. En la era hacker, el individuo decide qué ver, cuándo, dónde y con quién. La demanda es clara, algunos la han aprovechado en su beneficio y han interpretado perfectamente lo que el público quiere, ese público que paga para conseguir, como en la prehistoria, su ración de maravilla. Probar modelos de negocios que den respuesta a esta necesidad debería ser una prioridad si la industria del cine estuviera viva, pero están muertos: son zombis.

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