viernes, 11 de mayo de 2012

Nuestra zombi cultura financiera

Los acontecimientos hacia algo que no sabemos se suceden tan rápido que apenas podemos reparar en lo simbólico de muchos sucesos. Uno de ellos es la desaparición de las cajas de ahorro.
Como es sabido, las cajas nacen a imitación de un modelo europeo que surge en Suiza a finales del XIX y se extiende por Inglaterra y Francia en la primera mitad del XIX. En España, se creó la primera en Jerez, una de las perlas de la fugazmente pujante Andalucía de la primera mitad del XIX. Poco después, en 1838, le siguió la Caja de Madrid, matriz de la recientemente nacionalizada Bankia.
Para que se creara las cajas tuvo que pasar algo trascendental: se planteó el cobro de intereses para los préstamos en concepto de "gastos de gestión". ¿Por qué no se planteó antes? Por la misma razón por la que no hubo bancos, como los entendemos, en España hasta la segunda mitad del XIX.
Los bancos se generalizan con la segunda ola. En España hay intentos con Carlos III (Banco de San Carlos), Fernando VII (Banco de San Fernando) e Isabel II (Banco de Isabel II), pero siempre tuvieron un pie en la ruina y funcionaban a trancas y barrancas. El problema era el pecado, el de la usura, en concreto.
Por resumirlo, los países de cultura católica tenían que lidiar con el hecho de que para la Iglesia los intereses por préstamo eran pecado. Todavía en 1891, el papa Leon XIII —en Rerum Novarum, una enclítica de la que hablaremos muchas veces porque era la respuesta de la Iglesia ante los retos de la era industrial— tacha al interés de "usura" (ya lo había recordado el Santo Oficio en 1836) y anuncia la preferencia de la Iglesia por los pobres frente a los ricos (siempre sospechosos). En definitiva, sienta las bases de la paradójica doctrina social católica ("izquierdista en lo económico, conservadora en lo social") que, a pesar de lo que pretendía, abonó el terreno al socialismo y el comunismo (véase la moderna Teología de la Liberación). ¿Cómo se apañaban los países católicos cuando necesitaban financiación?
Básicamente, pidiéndolo a bancas extranjeras (recordad los Fúcar del Siglo de Oro) o con inventos como los italianos Montes de Piedad (o montepíos) fundados a finales del Renacimiento para combatir la usura, por mucho que algunos quieran olvidarlo, prestando sumas modestas con la garantía de joyas o pequeñas propiedades. En el caso de España, dado el mismo origen y muy similar objetivo, se acabaron fundiendo con las cajas, de ahí el «apellido» de todas ellas (Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Getafe, por ejemplo).
Y cuando surgen la mayoría de los grandes bancos actuales (1857), ¿en qué se diferencian de las cajas? Los bancos eran empresas, por tanto, cobraban intereses. Las cajas eran fundaciones y las ganancias debían dedicarlas a la "obra social". ¿Quién decidía qué era obra social? Pues la sociedad, representada, claro, por los políticos que se sentaban en los consejos de administración codo a codo con los representantes de la Iglesia, en el caso de las cajas en las que seguían conservando participación.
Cuando las cajas desaparecieron hace un par de años, se habló de una nueva época financiera. Algunos creíamos que quizá supondría un cambio de paradigma cultural: ¿dejarían de ser sospechosos los ricos solo por serlo, dejaría el mercado de ser un ser maléfico y animado, dejaría el dinero de ser tabú hasta el extremo de ser negado?...
Dos años después, quincemismo por medio, está claro que el peso de la cultura es muy fuerte y seguimos mirando recelosos, como católicos culturales que somos, a todo lo que huele a dinero y mercado.

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