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jueves, 16 de mayo de 2013

¿A quién le importa la universidad?

Cuando se lee sobre la sociedad posmoderna, llama la atención que los autores suelen señalar la importancia de la universidad como un elemento central, básico, fundamental, para la sociedad. Echen un ojo a Bell, Touraine, Bauman, Castells... Todos dicen que la universidad será o es una institución estratégica
El caso es que si esto fuera así, me cuesta entender el hecho de que, con la que está cayendo, nada pase en la universidad española ni a nadie le importe qué suceda en ella. Piensen en qué habría pasado hace unos años en una situación similar: encierros, manifestaciones, ciclos, fiestas (caramba, me acabo de acordar de las tiendas en los jardines de la universidad durante las añejas protestas del 0,7)... 
Hoy, apenas hay actos testimoniales (con más de lamento por lo perdido que de propuestas) que subrayan que la universidad ha perdido completamente la centralidad del discurso social. ¿Se equivocaban los doctores con gafas que hemos leído o se limitaban a replicar el meme de un deseo de unos, al fin y al cabo, también académicos?

domingo, 24 de junio de 2012

Conversaciones zombis (2)

Oído en el metro de Madrid, línea 5. Dos chicos jóvenes, alrededor de 25 años, charlan de pie, agarrados al pasamanos del vagón:
—... Total, al final no sé qué voy a hacer cuando se me acabe el paro el próximo mes.
—¿Por qué no vendes el coche?
—¿El [Audi] A3? Ni de coña. Con la de azulejos que tuve que poner para pillarlo...
—Pero sólo el seguro te cuesta un huevo...
—Ya, pero no... que no lo vendo. Bueno, esta es mi estación, me bajo aquí. A ver qué me ha hecho mi vieja para cenar.

viernes, 2 de marzo de 2012

España no es un país para hackers

España es un país de viejos. Va a serlo más. En realidad el problema no es la edad, sino el pensamiento viejuno. Tampoco la edad es sinónimo de pensamiento hacker: hay personas con 20 años tremendamente zombis; otras, con más de 70, felizamente hackers.

Un país de viejos es un país arteriosclerótico, conservador, miedoso, débil, que no puede interpretar la realidad porque ni le gustan los cambios ni está dispuesto a asumirlos. En un país de viejos la mejor época siempre está en el pasado y la gente sale a la calle para pedir que vuelva ese pasado ideal que, por definición, no lo hará jamás.
La vida, sin embargo, es cambiante. Solo los que se dan apoyo mutuo, los que se conectan en comunidades reales y se adaptan a los cambios pueden sobrevivir. Los demás seguirán vivos, pero socialmente muertos: serán zombis.